martes, 5 de julio de 2011

¿Rebeldía a la vacunación obligatoria?

La principal ventaja de vacunarse es evitar una determinada enfermedad. Aunque la protección no es absoluta, es decir, de 100%, si sobrepasa la mayor parte de las veces de 98%; y cuando no es así, y pese a estar vacunado alguien enferma, el padecimiento será mucho más leve y rápido, y más fácil de controlar.

La segunda ventaja es evitar el contagio de muchas otras personas. De esta manera se han erradicado enfermedades tan agresivas, e incluso mortales, como la viruela. El sarampión casi logró erradicarse; la poliomielitis infantil es ahora histórica. Por mencionar unos cuantos ejemplos.

Sin embargo, Europa ha retrocedido una década en la lucha contra enfermedades como el sarampión y la rubéola, casi erradicadas en el cambio de siglo y que hoy vuelven a causar grandes brotes comunitarios. El estado español, que solo sufrió dos casos de sarampión en 2004, acumula más de 1.300 en lo que va de año, cinco veces más que en todo 2010.

El descenso de la cobertura por medio de vacunas, espoleado por los grupos antivacuna y abonado por la pervivencia de grupos de población con riesgo de exclusión social, está en el origen del aumento de la incidencia de las viejas enfermedades infecciosas.

La triple vírica (sarampión, rubéola, parotiditis) se aplica en dos dosis, una a los 15 meses y otra a los tres años de vida. Los expertos estiman que para frenar su transmisión es necesaria una cobertura vacunal infantil de más del 95%. En el estado español, la cobertura de la primera dosis es elevada, pero baja en la segunda. Esto facilita la circulación del virus hasta las bolsas de población no protegidas, formadas por dos grandes grupos. El primero lo forman los hijos de familias que no les vacunan, por ideología o dejadez. El segundo, la población adulta de 25 a 40 años, que creció cuando no existía la vacunación universal y no enfermaron de pequeños.

Las molestias que implica la vacunación son mínimas. Algunas personas presentan una reacción local moderada con algo de inflamación, enrojecimiento y ligero dolor en el lugar de la inyección, que aparece uno o dos días después de la aplicación de la vacuna y cede dos o tres días más tarde. Otras pocas personas, llegan a tener alguna reacción sistémica caracterizada por malestar general, fiebre ligera, dolor de cuerpo, que cede con alguna medicina para la fiebre o el dolor y que no suele durar más de uno o dos días.

Como conclusión podríamos decir que vacunarse es un procedimiento seguro, de costo razonable, que impide la aparición de la enfermedad objetivo y, sobre todo, su diseminación, y que prácticamente no tiene mayores consecuencias. La aparición de grupos anti-vacunación está provocando un retraso importante en la eliminación de enfermedades como el sarampión, y la rubeola.

Si quieres conocer más sobre las vacunas puedes leeer estos documentos "Vacunas. principios y recomendaciones generales" y "Vacunación infantil".

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Iñaki

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Profesor de las asignaturas de Biología y Geología de 1º y, Biología y Fisiología y anatomía humana de 2º Bachillerato de Ciencias y Tecnología.