La toxina botulínica es una neurotoxina elaborada por una bacteria anaeróbica Gram positiva denominada Clostridium botulinum. La ingestión de alimentos contaminados por toxina botulínica preformada produce botulismo, una enfermedad que se caracteriza por el desarrollo de alteraciones vegetativas (sequedad de boca, náuseas y vómitos) y parálisis muscular progesiva. En ocasiones, la ingestión de mínimas cantidades de toxina puede ser fatal y provocar la muerte del paciente por parálisis de la musculatura respiratoria. Su dosis letal es de 9,4 nanogramos/kg, es decir que 0,00005 mg matarían a una persona de 100 kg.
La primera aplicación clínica de la infiltración local de toxina botulínica se realizó en 1977 como tratamiento corrector del estrabismo. Desde entonces, su uso se ha extendido no solo en el ámbito médico sino también en otras áreas como en la estética. En medicina se usa especialmente para el tratamiento de las distonías, trastornos del movimiento en los cuales contracciones sostenidas de los músculos causan torceduras y movimientos repetitivos o posturas anormales. También se están realizando estudios experimentales y clínicos para aplicar la toxina botulínica en el tratamiento de la hiperhidrosis (sudoración excesiva) y la sialorrea (excesiva formación de saliva).
El nombre comercial de esta toxina es el Botox. ¿Quién no ha oído hablar de este producto antiarrugas?Esta toxina segregada por C. botulinum, con efectos paralizantes en los músculos, para la eliminación de arrugas debe inyectarse sólo en el tercio superior del rostro, pues si no podría afectar a los gestos, los movimientos faciales o a la respiración. Algunos de los primeros beneficiarios del Botox comprobaron que no sólo rejuvenecía su aspecto, sino que también atenuaba su dolor de cabeza. Para que sea efectiva esta toxina como analgésico se aplica en el entrecejo, las sienes o la nuca, las zonas donde suele dar comienzo la jaqueca o la migraña. La relajación muscular que produce esta neurotoxina produce el alivio.
Nuevo uso: arma biológica
Debido a que es la primera toxina biológica autorizada para ser usada en tratamientos de enfermedad humana, también, puede ser usada como arma biológica en nubes de aerosol o agregada en los alimentos. Varios grupos terroristas han recurrido a su uso como arma biológica dispersando aerosoles en múltiples sitios de Tokio e instalaciones militares norteamericanas. Estos ataques fallaron por mala técnica microbiológica, deficientes equipos generadores de aerosoles o sabotaje interno.